Perdida.

+No encuentro el camino, no se salir de aquí, no entiendo el destino, veo que me perdí.
-Si te perdiste búscate, no hay otra solución, encuentrate entre tus lágrimas, y dile adiós al perdón.

sábado, 1 de agosto de 2015

Su realidad.

Se acomodó en la terraza y se encendió un cigarro. Miró a su alrededor pero, no le gustó lo que vio. Al mirar a su alrededor y no haber nadie, se sintió muy sola, sin compañía y, se dio cuenta de que el futuro que la esperaba sería parecido.
Bien cierto era que las cosas habían mejorado desde la última vez que se encontró mal psicológicamente pero, también era bastante cierta la realidad que había vivido a lo largo de toda su vida, la soledad.
Siempre se había visto sola, sin amigos, sin compañía o gente que la apoyase.
Desde bien pequeñita había llorado mucho esa soledad que la rodeaba y que la abrigaba en los días de calor. Nunca le había resultado agradable la noche porque eso significaba irse a dormir y encontrarse su propia realidad tumbada junto a ella.
Ella había madurado de pensamiento mucho antes que el resto de sus amigas y, por eso todas siempre habían confiado en ella pero, ¿ella en quién había podido confiar? En nadie. Esa era su más cruel y absoluta realidad. Siempre que había confiado en alguien la habían acabado engañando.
Con el paso del tiempo la gente llegaba y se iba, pero solamente una persona se quedaba, su mejor amiga, alguien con quien podía hablar de cualquier cosa y en cualquier momento pero, alguien con quien no le servía de mucho hablar teniendo en cuenta que no había vivido ninguna experiencia realmente dura, por eso seguía encontrándose igual de mal o peor por, meter a alguien en sus problemas, alguien que encima no podía hacer nada para solucionarlos o apoyarla.
Sus padres habían sido siempre su único punto de apoyo pero, a su vez alguien a quien le costaba decirles o contarles las cosas puesto que seguían siendo sus padres al fin y al cabo.
Ya cumplidos los 15 conoció a otras dos personas en quien supo que podía confiar pero que, aún así de vez en cuando le fallaban y, que, además no conocían su realidad, su vida, lo que había sido de ella a lo largo de su infancia, lo que le había echo madurar así de pronto, la de palos que se había llevado y por los cuales había decidido que no merecía la pena llorar o lamemtarse, que no merecía la pena mostrarles al resto su dolor o su pena, su sufrimiento, lo que realmente sentía.
Y esa fría tarde-noche de agosto decició y asumió que así seguiría su vida, sola, sin gente que la acompañara, sin nada con ella, sin un bastón en el que apoyarse o un hombro en el que llorar porque, esa era la historia que alguien había escrito por ella y que por mucho que se esforzase no conseguiría cambiar.

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